lunes, 15 de febrero de 2010

Consuelo de los afligidos

Agustín.-El terrible miedo a la sequedad me obligó a vaciar agua limpia en mi rostro, miré al cielo y sentí como las nubes me abandonaban tras las montañas llevándose el retrato de mi alma vaporizado con cada gota formando una lluvia de recuerdos, se alejaban de mi isla, quise huir de mi mismo pero el silencio me canto al oído. Después de leer ese extraño texto no volveré a poner mi atención a ningún libro. Un pasaje lleno de números disfrazados de letras. Cerré los ojos y comenzaron a llover miles de objetos cuadrados, un grito horrible me despertó y mi habitación estaba llena de puertas, ventanas y espejos, una obsesión por los ángulos de noventa grados me abrió el apetito de romper todo cristal que adornara mi prisión.

Dr. Iscariote.- Las palabras son como abejas muertas que vuelan con el poder del viento y solo cobran vida cuando tocan el fértil jardín de la mente, algunas palabras en conjunto forman un enjambre de ideas que se reproducen en el pensamiento cotidiano. La miel es la conciencia que el individuo recolecta con la experiencia. ¡Cuidado con los osos hambrientos!

Agustín.- siete días soñé el estruendo de las trompetas. Al cerrar los ojos mi cuerpo se elevo como una ligera pluma hasta posarme en la copa de un enorme árbol rojo. Maná sobre las calles pavimentadas…
“Te he dicho que no tires tus excrementos en las calles niño inútil…”
“Madre, me dijo el ermitaño que el excremento mas grande son las calles pavimentadas porque adormecen las flores en un sueño mortal”
“¡Sigues platicando con los perros niño demente! Las pinzas te ayudaran a guardar silencio….”
Disculpen.
… acarrearon un enorme ejército de almas caminando por las calles, recolectando el delicioso manjar poco a poco perdían su color hasta formar una corriente de ríos indefinida en un vaivén hipnótico. Viajé hacia las nubes donde las espadas de los dioses surcan los aires rompiendo en truenos las nubes para darle al pueblo agua de guerra.

Dr. Iscariote.- el miedo es justificado solo por el dolor de perder nuestra esencia, en ocasiones se revierte el efecto al ocultar la vida en una dimensión llamada realidad. Los ojos del oso son guiados por el instinto de devastación, el bosque de concreto es su hogar. También ten cuidado de viajar demasiado lejos, puedes estar solo pero nunca ser nada.

Agustín.- El séptimo día regrese al cuarto sin ángulos de noventa grados, aquí todo eran formas cilíndricas y óvalos, un harapiento anciano pronunciaba palabras mágicas que se disolvían en el viento como música que me llevaron hacia la inmensidad, al escuchar la poesía mi cuerpo se elevaba como poseído por una fuerza superior e infinita.

Dr. Iscariote.- Las formas que alimentan nuestra visión son el caudal por donde el maná pone su trampa.

“Deja esa rosa hijo mío, no escuches la flauta”

Existe una nación donde las casas asemejan los rostros de la verdad, donde la lluvia cuenta historias y las montañas rezan por los hombres.

Agustín.- Al despertar me encontraba en una prisión acompañado por cuatro personajes sentados en una mesa, mitad ovalada y mitad cuadrada como una bala, el primero a la derecha era un anciano inmóvil, el segundo a mi izquierda era una mujer misteriosa. En la mesa como objeto central una figurilla de barro, que al tocarla los personajes ardieron en llamas, se derrumbo la casa y la figurilla creció hasta formar una estatua semejante a mi, mi reflejo petrificado. Al caminar hacia la estatua sentí la humedad de la sangre que brotaba de mis pies llenos de clavos, al llegar se derrumbo mi sueño y desperté riéndome al espejo.

Dr. Iscariote.- Los agentes destructores que fumigan los enjambres llevan una insignia distintiva que procura recordar siempre la eterna culpa del olvido y la indiferencia, MM (mass media). Nuestra mente se orienta por el sentido de la convicción.
Bajo la espada de Domiciano, Juan escribiría:
Y la voz del cielo que yo había oído me habló otra vez y me dijo: “Vete, toma el librito que está abierto en la mano del Ángel, el que está de pie sobre el mar y sobre la tierra.”
Fui donde el Ángel y le dije que me diera el librito. Y me dice: “Toma, devóralo; te amargará las entrañas, pero en tu boca será dulce como la miel.”
Tomé el librito de la mano del Ángel y lo devoré; y fue mi boca dulce como la miel; pero, cuando lo comí, se me amargaron las entrañas.
Entonces me dicen: “Tienes que profetizar otra vez contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.”
Dr. Iscariote

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