jueves, 12 de noviembre de 2009

Cuandocuentascuentocuantocuento - Chichimecosa




por: Chichimecosa


Los preámbulos son de por sí absurdos y aburridos. Se necesita explicar los detalles y momentos para decir qué somos y si esto que dibujamos seremos nosotros.


Una mañana estaba cayendo la palabra entre los cuerpos de silencios; a veces ni los pronósticos ayudan. Buscaban una opción, o un pretexto, o una idea vaga, o una lista con pendientes ajenos, pero nada de eso los quitaba de su mal proporcionado futuro.


Va pues, la palabra primera que está naciendo en la rabia de las mujeres y hombres de maíz; suena el caracol con las voces verdaderas de los pueblos primeros que nacieron el mundo.

El amanecer no es cuando sale el sol acá desde siempre es diferente

Zapata dio vida a los muertos entre dunas de sarcasmos políticos

Liando sueños de ciegos están los proféticos errantes que gritan

Negligencia histórica quizás, pero: Zapata vive la lucha sigue...


Vamos a salir? - pregunta Juan.-

Sí. Alza los huaraches y 'amonos pa' la labor, pues.- Contesta Amanda con voz seca.


Los cerros nevados son su panorámica, su paisaje entre caídas y cimas les parte su corazón moreno. Cuántos años pasan sin abrir las puertas a la muerte. Son más de cinco siglos y ellos siguen presentes. Amanda no cuenta con más de doce años y su mirada con rasgos indígenas marca su rebeldía. Son las cinco de la mañana ya está recalentando la comida y las tortillas.

Muy temprano, antes que se aclare el cielo, despiden a su padre los siete hijos que conforman la familia. Amanda es la segunda en el orden, el mayor es un varón, Luís que a sus quince años es ya un peón. El trabajo es la mejor escuela que se tiene, pero, en las y los niños arrebatados por la miseria es el trabajo un diamante en bruto que deforma en digna rabia. Se transponen las formas de las tumbas en un campo arado, listo para levantar la cosecha.

Sale Amanda acompañada por Juan de ocho años recién cumplidos, Martita de sólo dos años, Esteban de cinco años de edad, y “El negro” un perro que vive provisionalmente con ellos, mientras la pelona viene por él, así dice Don Jesús.


Eitalez, canijos... qué pues, andensen sosiegos y háganle caso a Amanda.- Dice su madre mientras empieza el rito de las formas de mesa; prende el fogón con leña, espera el maíz, termina de cocer los frijoles y prepara el brebaje tradicional: el pulque.

Pa'l ratito venimos Ma'.- Siente Amanda el peso al persignar a sus hermanos.


Andar a mitad del campo recolectando maíz para hacer las tortillas es una actividad que los más pequeños lo ven a juego, pero no así Juan, que pide un descanso entre la parcela tomada por el sol de mediodía. Cargan dos costales de ixtle que deben llenar con la mejor mazorca. Amanda carga en un reboso a Martita, que según le dicen así porque nació un martes. Los olvidos son peor que ser un número en una estadística de un programa de asistencia social de algún gobierno, pues, ellos no tienen actas de nacimiento, no cuentan para nada y para nadie.


Los hijos del maíz resurgen de la sangre del guerrero

Universos de cobre que yacen en sus pies morenos

Niebla cubre la memoria de todos los prisioneros

Arrullan las estrellas las penas de los olvidados


Orales! Juan, llevase a los chiquillos pa'l arroyo pa' que se laven!.- Grita Amanda.

Ya 'ta bueno! .- Alega Juan que susurra su descontento, chista y levanta polvo con sus huaraches que todavía no logra llenar.


Se acabó lo despejado del cielo. Este día pues pinta pa' que llueva; dicen los más antiguos del pueblo, basándose en la simple observación de las nubes. A lo lejos, un cuarto improvisado le hace de escuela, las pocas niñas y niños de la comunidad se presentarán a las tres de la tarde. Sucede que ese cuarto de maderas y leños secos es un recinto de enseñanza con un solo maestro para todos los grados de educación primaria.

Amanda hace mancuerna con su madre, preparan la comida, ella es encargada de moler el grano de maíz, formarlo en masa para por fin hacer las tortillas. Esta artesanía culinaria se completa en media jornada, sin pago alguno pero con satisfacción ancestral. Su tradición mazahua hace gala de la solemne partitura de sabores y colores. La mesa sólo permite a cuatro personas... los más pequeños amenizan sus platos con un “curado” de avena, a modo de cereal y a falta de leche. Amanda come tras el fogón con brasas en decadencia, sin más apuro que alistar a los críos para ir a la escuela. Ella no asiste a la preparación secundaria debido a la lejanía, pero, sobretodo por su posición de orden y mando en la familia.


Cuando las ilusiones se vuelven puertas recurrentes, sueños trastocados que evitan desaparecer en vida son, también, como un demonio suelto, cielos rotos en el desierto.


Concluye el recado del espíritu en una revuelta, principio del pecado original de los patrones. La suerte no es particularmente un lujo que gocen los que cargan en un morral a sus dioses y sus verdades; es, si acaso llega a ser, a la sumo, un afiche de aventura.


Habla Juan. Cuando me regaña Amanda me enoja muncho pues. Pero, pos', ella me cuida siempre y a mis hermanitos también. Es la última en dormirse y la primera en levantarse, lava toda nuestra ropa, que pos' tampoco es gran cosa. Ella bordó mi cinturón para el canto ceremonial eso la convierte en mi guía. Cuando un nahual se me acompañe será Amanda, mi Amanda, la única que me cuide en la larga noche que hagamos el viaje.


Habla Amanda. Tengo miedo cuando escucho el canto del gallo, se me hace tarde pa' irme. Se hace noche pa' velar los sueños de mis abuelos. Mi madre dice que: “una mujer es fuerte y cuida a sus muertos hasta reclamen las penas su vuelta”. Mi mas antigua abuela era sabia pues, daba consejo, alivio, y andar. No' más quiero saber que semos libres porque todavía podemos soñar.

Centauros legendarios siguen galopando machete-en-mano

Aradores de palabras resguardan la rosa de los vientos

Fogón de esperanzas vigila el cauce de la luz primera

Ecos de vida trashumante cortan cartucho al patrón.





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